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Viviendo ciegos en un mundo de prejuicios

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Si pudieras elegir entre ser un pintor que vivió en la pobreza, con una carrera que no sería reconocida durante tu vida, problemas mentales y una muerte trágica a los 37 años ocasionada por un balazo; o ser una figura pública que conquistó a millones de personas por todo el mundo transmitiendo mensajes de amor y buena vibra, que hizo una gran fortuna y que murió a los 87 años. ¿Cuál elegirías?

Si escogiste la segunda opción, ¡sorpresa!, elegiste ser Walter Mercado en vez de Vincent Van Gogh. Y si eso te incomoda en lo más mínimo, esos son tus prejuicios en acción.

Así fue como empecé a ver el documental de Walter Mercado en Netflix, lleno de prejuicios que no permiten ver con claridad más allá de lo que crees saber. Cuando mi esposa propuso que lo viéramos porque había escuchado buenos comentarios, creí que no habría peor manera de desperdiciar una hora y treinta y seis minutos de mi vida, pero al verlo recordé algo muy importante; y es que la vida de las personas es mucho más de lo que podemos ver en una fachada, y que por eso es tan importante y  valioso conocer las historias de la gente.

En mi cabeza, Walter Mercado pasó de ser un fantoche disfrazado que inventaba cosas en la televisión, a ser una persona muy inteligente y con gran carisma que creó todo un personaje para enviar mensajes positivos a la gente. Y claro que puede haber mucho debate entre que su contenido era para generar amor y positivismo o simplemente para aprovecharse de la encantadora sensación que provoca en la gente el saber que viene algo mejor, aunque esto sea algo totalmente inventado.

Personalmente creo que un poco de ilusión no le viene mal a nadie y seguramente todos en algún momento hemos puesto mucha atención, o hasta nos ha salido del alma un “shhhht” para callar a los demás cuando se acerca nuestro signo en el horóscopo aunque sea por simple entretenimiento, pero creo que esto cambia drásticamente cuando pasas de mandar algunas bendiciones gratuitas por televisión a montar una línea telefónica de “psíquicos” que le quita dinero a la gente que está desesperada por un poco de esperanza.

Pero esa es solo mi opinión y no estamos aquí para discutir eso si no los prejuicios, y es que otra cosa que me hizo recordar el documental del psíquico de las estrellas, es lo fácil que se pre-establecen ideas en la gente y lo destructivas que estas pueden ser. Walter Mercado murió sin aceptar públicamente sus preferencias sexuales y eso me parece algo muy triste, porque aunque nunca tuvo ningún problema para expresar toda su feminidad, siempre se salía por la tangente cuando le tocaban el tema porque sabía o al menos creía que eso podía ser algo por lo que lo hubieran destruido.

Recuerdo mi infancia y lo chistosos que me parecían los personajes y bromas sobre homosexuales en los 90´s, y eso era algo generalizado que me permite entender porque tanta gente se quedaba en el closet con tal de no ser etiquetados bajo un estereotipo así. Que horrible debe ser vivir atrapad@ en tu propia vida por el miedo de no ser aceptad@.

Y los prejuicios están por todas partes, y le juegan a favor a unos y en contra a otros, no solo cuando hablamos de sexualidad, porque hay gente que se inventa historias sobre como podrá ser otra persona basada en que tiene tatuajes, o si usa un traje costoso, o si le falta una pierna o un sin fin de etcéteras.

Entiendo que somos el único ser vivo del planeta con la capacidad de imaginar (científicamente comprobado), pero por qué no aprovechar este don para explotar al máximo nuestro potencial en lugar de usarlo para juzgar todo el tiempo a personas sin darnos la oportunidad de descubrir lo que realmente hay detrás de una fachada.

Y ojo, no estoy diciendo que el mundo es color de rosa y que debemos confiar en todos porque eso sin duda puede llevar a cosas muy desagradables. Claro que debemos contar con un mecanismo de defensa que nos permita identificar lo bueno, lo malo y lo peor, pero lo que digo es que eso no lo vamos a descubrir con lo primero que ves o crees saber de una persona, no nos dejemos llevar por lo que otros (y muchas veces y tristemente nosotros mismos) se han encargado de hacernos creer.

Debemos tener la capacidad de generar nuestro propio criterio y no permitirnos ser una caja llena de ideas preconcebidas, porque si eso nos pasa para juzgar y ser juzgados imaginen las consecuencias que puede traer para el resultado de nuestra vida. Seguir caminos que la gente ha recorrido una y otra vez con los ojos cerrados y bajo la condena de decir “pues es que así ha sido, es, y seguirá siendo siempre”. 

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